martes, 19 de julio de 2011

There is a train

Ángela ya se ha ido. Bueno, realmente el que se va soy yo. Esta noche sale el vuelo a París, y San, Borrasca y yo empezamos el que espero que sea el viaje del año: nos vamos de Inter-Rail por Europa. El caso es que cuando volvamos Ángela llevará dos días en Perú. Voy a estar sin tener cerca a uno de mis mayores apoyos hasta el año que viene.

Es todo muy extraño, no estoy acostumbrado a estas cosas. Nos hemos despedido como si fuese un día más, como si nos fuésemos a ver esta noche o mañana. Sin embargo en cuanto le he dado un abrazo y me he dado la vuelta, ya se me han empezado a caer las lágrimas.

He caminado hasta mi casa sin mirar nada más que mis pies. Salvo cuando, justo antes de llegar, he sacado el libro que llevaba debajo del brazo y he empezado a hojearlo. Es un libro que me regaló Ángela por mi decimoctavo cumpleaños. Se llama El Viaje de Marcos, y sin ser de una gran calidad literaria es uno de los libros que más me ha emocionado de todos los que he leído. Hoy Ángela me lo ha devuelto porque se lo dejé hace tiempo.

No sé muy bien si sabía lo que me iba a encontrar al abrirlo o realmente ha llegado a sorprenderme, pero al empezar a leerlo he sentido que de repente todo tenía sentido. Me encantan esos momentos en los que las casualidades se dan de tal forma que parece que todo coincide. El libro empieza así:


Me gusta viajar en tren
sentado en sentido contrario
al de la marcha.
Me gusta ver lo que dejo atrás,
mirarlo quizás,
por última vez.

Me gusta viajar hacia lugares nuevos
y descubrir rincones encantados,
pero me gusta viajar
viendo lo que abandono;
para luego, al llegar a la estación,
girarme y descubrir
dónde me encuentro...

Me gusta viajar de noche,
ver por la ventana dormir al mundo,
mientras me escapo a otro lugar.
No huyo, sino me escapo;
no de otros, sino de mi.

La noche invita a buscar en tu interior
porque cuando ni la Luna
te acompaña iluminando la negrura,
es cuando la luz de tu propia vida
brilla más intensamente
que lo que hay alrededor;
y entonces puedes verlo
con cierta claridad.

Me gusta viajar en tren
porque el traqueteo me conmueve
y me envuelve,
y me invita a deslizarme
a mi interior;
y entonces
caigo en la cuenta
de que mi destino
soy yo.

PEREGRINO DE SENDAS


Despedidas, viajes, trenes, escapadas... Parece que de eso va este verano. Sea como sea, habrá que aprovecharlo al máximo, y la verdad es que lo que esta noche comienza promete.


lunes, 11 de julio de 2011

Ortigueira 2011

La primera noche ya empezaron las risas. Desde que llegamos a eso de las 12 y montamos las tiendas de campaña casi a tientas hasta que caímos rendidos después de darnos una vuelta por las raves y el poblado.

La primera mañana me despertó El Perro Verde, de Marea. Momentazo mágico. Desde ahí entramos en una espiral de autodestrucción y felicidad de la que no quería salir.

-¿Qué hora es?
-Ni idea.
-Pero habrá que cenar, ¿no?
-Si ni hemos comido.
-Pero tengo hambre.
-Pues come, pero no lo llames de ninguna forma.

Tener que pedir a tus amigos que dejen de hablar porque no puedes reírte más sin ahogarte es BIEN. Es MUY BIEN. Es que quiero volver ya.

Grande Ortigueira-Alpargata 2011. Enormes vosotros.


Un perro verde afotado por http://www.flickr.com/photos/marsu123

miércoles, 29 de junio de 2011

Dos historias

Primera. Un policía cuyo padre murió hace tres días pasea haciendo la ronda nocturna con sus compañeros. Podrían estar simplemente vigilando por si hay algún altercado o alguien necesita ayuda, pero tienen una misión concreta: encontrar botellones y multar.

No es que les apetezca, después de todo hay policías honrados que no se llenan de ego cada vez que ponen una multa o utilizan su porra, es que es su obligación. Tienen la orden de poner un mínimo de multas por botellón (y no por otro motivo) y, qué remedio, hay que cumplirlo.

Se dirigen hacia un grupo de chicos, aparentemente todos mayores de edad, que están bebiendo en la calle y haciendo un ruido considerable. Después de hablar con ellos educadamente, uno de los jóvenes pierde los papeles y se encara con el policía, cagándose en su padre. Al policía se le acaba la paciencia y se lo lleva a comisaría.

-Tú no sabes con quién hablas -dice con arrogancia el detenido- soy oficial de la Policía.
-Pues ahora sí que la has cagado. Tira.


Yo me hago una pregunta, ¿y si de repente no hay botellones por los que multar? Pues otra historia como respuesta.


Segunda. Una mujer de treintaytantos años acude a una oficina de la Seguridad Social, concretamente a la URE (Unidad de Recaudación Ejecutiva). Quiere pedir el retraso de un pago por problemas económicos.

-Es que verá -le dice, angustiada, al funcionario que la atiende- no tengo mucho dinero y además el otro día tuve un problema. Estábamos mi marido y yo en el parque charlando, yo con una botella de refresco de naranja y él con una de cerveza, cuando llegaron dos policías y nos pusieron una multa. Al parecer está prohibido beber cualquier tipo de bebida alcohólica en la vía pública, y ahora tenemos que pagar 300 euros por hablar tranquilamente en la calle en lugar de en un bar.


Las dos historias son reales, aunque un poco cuentizadas y no del todo exactas, ya que no las viví personalmente. El policía de la primera es amigo de mi madre, y el funcionario de la segunda es mi padre. De todas formas no creo que a nadie le sorprenda, ya que son cosas que por desgracia ocurren muy a menudo.

Y yo sigo haciéndome preguntas. ¿La policía no debería estar para permitir que yo me pueda tomar una lata de cerveza tranquilo sin molestar a nadie? Es más, ¿la policía no debería estar para asegurarme que puedo hacerlo con toda seguridad? Parece ser que no, que es más importante recaudar que garantizar el bienestar de los ciudadanos.

martes, 1 de marzo de 2011

Carnaval

Ya se acerca Carnaval, y por primera vez en muchísimos años soy consciente antes de que pase de que quiero disfrazarme. Año tras año se me ha ido olvidando hasta que llega el día, veo a todo el mundo con sus disfraces cutres o supercutres, según el caso, y muero de envidia.

De pequeño era distinto, porque en el colegio nos obligaban a disfrazarnos. Ponían música y hacían actividades divertidísimas como construir una sardina con escamas de papel hechas por nosotros en las que por detrás poníamos cosas malas que queríamos que se quemasen. "El director", "las mates", "el Barça", "la del comedor que nos echa el zumo en el vaso del agua" y esas cosas. Ellos esperaban que pusiésemos "las guerras" y "el analfabetismo", pero teníamos 10 años.

Nos obligaban a hacer un paripé que consistía en sentarnos en torno a la sardina y hacer que llorábamos mientras ésta ardía. Que yo lloraba de verdad, porque no veáis como picaba el jodido humo en los ojos. Un horror.

Total, que en esos años de traumas y diversión inocente me disfrazaron de pirata, teléfono móvil, Harry Potter y más cosas de las que ahora no me acuerdo, quizá porque mi cerebro prefirió olvidarlas. Recuerdo que de Potter disfruté mucho. Me sentía súper especial a pesar de estar rodeado de 3242354657 Harrys más. Pero mi escoba era más chula, y la cicatriz de la frente ya ni os cuento. Que además me la dibujó la chica que me gustaba.

Pero nada, fue salir del colegio y terminarse toda esa magia. Creo que desde entonces sólo me he disfrazado una vez. Fue el año pasado y ni siquiera por carnavales. Es lo que tiene tener amigas como Borrasca, que de vez en cuando tienen una idea feliz y no puedes decir que no.

Así es como acabé vestido de pirata-Aladín (nunca sabremos de qué iba disfrazado realmente), borracho como una cuba, en medio de las fiestas de mi barrio. Sí, entre miles de personas que no iban disfrazadas. Cosas de Murphy y sus leyes, me encontré a mucha gente a la que llevaba tiempo sin ver, se me cayó el sable a las vías del metro, lo recuperé y después me lo metí en el ojo. Menos mal que por aquel entonces ya había perdido la vergüenza.

Pero esta vez parece que sí, que nos disfrazaremos en carnavales. Aquí estamos Borrasca y yo buscando disfraz a tres días de las fiestas. Ya os contaré de qué me ha tocado esta vez.

lunes, 21 de febrero de 2011

Un, dos, π, probando

Me presento: soy un perro verde. Uno más, aunque el blog se llame "Soy el perro verde". Antes de nada, un saludo a unperroverde.blogspot.com, elperroverde.blogspot.com, perroverde.blogspot.com y demás. Ya sé que mi apodo no es el más original del mundo, pero casi tengo que cambiar de animal y/o color para poder hacerme un maldito blog, mamones.

He llegado hasta aquí porque nunca me canso de decir cosas. Primero me hice un Fotolog, pero no lo leen ni los bots que me dejan SPAM. Después descubrí Twitter y aunque estoy como Massiel con barra libre pez en el agua, 140 caracteres a veces provocan el efecto
coitus interruptus, también conocido como diosmíonecesitosoltarloperoniquitandolosespaciosmecabe. También abrí un Tumblr, pero es un nido de tonterías y mozos en bolas (que por otra parte no está nada mal).

Así que aquí estoy, hablando con la pared cibernética pero quedándome más a gusto que en brazos. Si alguien llega a leer esto me daré con un canto en los dientes, siempre en sentido figurado.

Antes de darle por primera vez a este botoncito naranja-butanero tan feo de 'publicar entrada' quiero darle las gracias a Zippy, porque se ha currado el banner que preside este blog; a Bely, porque el dibujo original es suyo (¡salá!) y a Barbijaputa, porque su blog fue el que me introdujo hace muuuucho tiempo en estos mundos.

Allá voy, botoncito horrendo.